Friday, July 29, 2011

La "Empleada" del mes

En mi stand up, “No eres tú, soy yo”, pregunto noche a noche a las mujeres que asisten la razón por la cual ellas creen que una mujer sale con un hombre casado. Las respuestas, después de mil funciones, se han ido regularizando en una estadística que he comentado aquí varias veces.
Estos resultados, que no inventé yo, irritan a algunas de ustedes, tranquilizan a otras y me sorprenden a mí, por lo general y a pesar de que ya intuyo lo que me van a responder.
Esto hasta la función del jueves pasado. Una señora muy elegante, se atreve desde su rincón, y en voz serena pero liberadora me responde “para no perder el trabajo”.
La respuesta me descolocó. Por única entre miles, por fuerte y dolorosa también. Acto seguido a las respuestas que me dan, suelo hacer un comentario de los míos, que decodifique lo que eso que me dicen realmente significa, que le quite el peso dramático a la cosa y que le permita a las mujeres presentes que crean aquello, y que gocen de un buen sentido del humor, reírse un poco del asunto y restarle dominio así sobre sus vidas y decisiones. Un poco lo que trato de hacer con todas las respuestas que yo mismo me doy. Sin embargo, mi rapidez mental fue esa noche retada por la dama de la respuesta única. Me detuve unos instantes a sopesar las implicaciones de aquello mientras la gente pensaba que se trataba de algo gracioso y reían al fondo. Todos menos la dama y yo, que por un momento de esos que no se dan con frecuencia, conectamos. Ella me miró valiente y casi desafiándome a que le respondiera. Yo sólo atiné a decirle, en un ataque de tontería trivial, y tal vez para mitigar el momento que amenazaba con tornarse dramático, si acaso ella trabajaba para Clinton. El público continúo riendo. Ni ella ni yo sonreímos.
La dama de la respuesta única me abrió esa noche la puerta a una realidad que pocas veces me han comentado, la del acoso sexual en el trabajo.
Vivimos en un país donde esto ocurre a diario y de manera masiva. No sólo ocurre, sino que es “normal”. Sí, lo he visto, no me lo han contado, y probablemente si usted misma no lo ha sufrido ya en carne propia, lo habrá presenciado igualmente. Y también le habrá parecido normal. Esas cosas que pasan. Que el jefe llegue de un almuerzo, algo prendido, y en lugar de hablarle de trabajo, le diga algo alusivo a sus senos, a ese no-sé-qué que usted tiene y que a él le gusta. Y usted le seguirá la corriente y pensará que esta es una más de las cosas que una mujer debe tolerar para estar a la altura del juego de los “caballeros”. Algo, pues, normal.
Más aún, quien sabe si como la dama, tendrá usted o su compañera que eventualmente dársela al sujeto para que su negativa no se convierta en una causal de despido y se quede usted, que mantiene a tanta gente, sin su fuente de ingresos.
El panorama que me planteó en cinco palabras la dama de la respuesta única me pareció de entrada triste y demoledor.
En cualquier país desarrollado, este comentario de su jefe, esta invitación indecorosa (por ponerle un título) no sólo no es normal, sino que es un delito que se puede denunciar, que se debe demostrar, y por el que el sujeto pagará lo suyo. Pero eso es en otra parte, no aquí. Aquí incluso podría suceder que el normalísimo ataque fuera percibido por alguna de ustedes, las más parecidas a Lewinski, las más impresionables por el poder, las más inclinadas a la evasión y al sufrimiento, como un cumplido excitante y un logro con el que "chapear" a compañeras de cubículo.
Entonces pensé, usted está en todo su derecho, tanto de ejercer líbremente su aberración autodestructiva, como de escoger de entre tantas las batallas que ha de pelear, y si no tiene las ganas o la energía de lanzarse a demostrar este delito, si prefiere, como la dama, asumir la empresa como una más de las cosas que debe sacrificar en su proceso de supervivencia, pues, efectivamente, está en todo su derecho.
Pero me pareció necesario dejar (y dejarme claro) que el asunto no es normal, por muy frecuente que sea, y que si a usted no le gusta, no le excita o no le encuentra necesidad, no tendría que sufrirlo. También quería comentarle que cuenta con el precario apoyo que yo pueda brindarle, si decide no soportar la injusta exigencia. Y si decide salir con el tipo para no perder su trabajo (o para gozárselo y padecerlo), cuenta conmigo también.

2 comments:

  1. Mi muy querido y respetado Luis, a esa duda que tienes sobre el porque las mujeres salimos con hombres casados creo que nunca tendras una respuesta absoluta, y no es pesimismo, sino que cada caso es un caso. En el mio particular yo estoy casada desde hace 7 años, mi amante hasta hace 2 años estaba casado tambien, y llevamos relacionados "extramaritalmente" 5 años... Vivo con el una relación "Salvavidas", el me ayuda a sobrellevar mis desaveniencias matrimoniales y yo lo ayudo a el. Cuando podemos nos vemos, estamos juntos, conversamos, nos desahogamos y ya, no hay mas nada, ni el me debe nada ni yo a el, nos sentimos bien juntos y punto. Que porque un hombre casado? Bueno, porque el estaba casado en el momento que yo mas necesitaba tener a alguien mas, eso es circunstancial, asi como pudo ser soltero, viudo o divorciado. En mi caso el tema no es su estado civil sino el, el hombre, que con solo verlo se me eriza la piel, que al pensar en el un calorcito rico recorre mi cuerpo, el que hace reir con sus ocurrencias, el que me permite disfrutar de un sexo maravilloso, el que me ha acompañado en momentos dificiles, el que me alegra la mañana con un mensajito dandome los buenos dias, es eso. Su estado civil es totalmente irrelevante porque yo mas de alli no quiero. Aunque mi matrimonio no es, digamos, mi tesoro mas preciado, no quiero perderlo todavia, y mucho menos para arrejuntarme con mi amante, no, el no es hombre para mi, para hacer vida juntos no, y en eso estoy yo mas que clara...

    Aprovecho la oportunidad para hacerte saber que soy tu admiradora desde que interpretaste a Erasmo en el Paseo de la Gracia de Dios. Eres un excelente actor y escritor. Que sigan los exitos para ti. Besos...

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  2. Yo digo que porque somos hipócritas, incoherentes, cobardes y poco solidarias con el género. Cualquier respuesta que me den la puedo rebatir con alguna de estás 4 razones.

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