Sunday, December 18, 2011

HIGH [ALTO]


CARLOTA SOSA
CHRISTIAN MCGAFFNEY
RAFAEL ROMERO
LUIS FERNÁNDEZ

EN



                           
HIGH [ALTO]

UNA OBRA DE MATTHEW LOMBARDO
UNA PRODUCCIÓN DE MIMI LAZO
DIRECCIÓN LUIS FERNÁNDEZ

HIGH ES EL PRELUDIO A UN ATAQUE DE PÁNICO, POR LO QUE NO QUISIÉRAMOS ENFRENTAR, Y FINALMENTE ES REDENCIÓN Y PERDÓN. EN CUANTO A MÍ, ME ES TAN DURA, CRUEL Y REAL, QUE ME SIENTO VALIENTE TAN SÓLO PERMITIENDO QUE HELENA ME HABITE TEMPORALMENTE. 
CARLOTA SOSA [HELENA].

LLEVAR UN SINFÍN DE EMOCIONES Y VIVENCIAS, DENTRO Y FUERA DEL PERSONAJE, CON LA NECESIDAD DE ENCONTRAR LA VERDAD, A ESO ME LLEVA HIGH, A VOLAR EN UN MAR DE CONSTELACIONES.
CHRISTIAN MCGAFFNEY [ANDY]

DIA A DIA  TRATO DE NO PENSAR EN  LA DESCOMPOSICIÓN DE LA RAZA HUMANA PARA NO ANGUSTIARME, PERO HIGH NO ME LO PERMITE. RAFAEL ROMERO [MIGUEL]

HIGH ES EL ESPEJO EN EL QUE NO QUEREMOS MIRARNOS PERO QUE NO TENEMOS OTRA ALTERNATIVA QUE ENCARAR.                RESUENA MUY CERCA, INCÓMODAMENTE. Y ME PERDONARÁN LOS MÍSTICOS DEL TEATRO Y LOS “REHABILITADOS” DE RIGOR, PERO ME RESULTA IMPOSIBLE ENFRENTARLA SIN VODKA CERCA. NO ESTOY TAN ELEVADO O NO ME SÉ ENGAÑAR A TAL PUNTO.
LUIS FERNÁNDEZ [MIGUEL/DIRECTOR]

EN PRIMERA FILA, EL TRABAJO DE KATHLEEN TURNER Y EL TEXTO DE MATTHEW LOMBARDO NOS IMPRESIONARON EN BROADWAY. LES COMENTAMOS ENTONCES CUÁNTO NOS GUSTARÍA PRODUCIR HIGH EN VENEZUELA. POCOS MESES DESPUÉS, AQUÍ ESTAMOS. AÚN IMPRESIONADOS, Y ESTA VEZ MÁS CERCA TODAVÍA.
MIMI LAZO [PRODUCTORA]

Hay sueños que nos pertenecen: Cada noche cuando entren en escena me tomare de sus manos para VOLAR ALTO con ustedes, en sus sueños, en sus luchas, en sus miedos,  en sus angustias, en todo lo que son capaces de dar con su talento y luego me confundiré entre el publico para aplaudirlos de pie con toda mi admiración y respeto como se merecen.
marisela berti


ESTRENO
ENERO 20
2012
TEATRO TRASNOCHO



Monday, December 12, 2011

El verdadero villano de tu historia

En toda historia que merezca ser contada hay un héroe (o como en tu caso, una heroína). Pero tan importante como la protagonista del cuento, es su antagonista, el (o como en tu caso, la) villan@. Todo autor que se respete sabe que para que la historia resulte interesante, la protagonista deberá enfrentar una serie de obstáculos importantes para alcanzar al final su ansiada meta y la villana es la materialización humana de esos obstáculos.
Durante la década que tuve ocasión de hacer telenovelas, si bien mi ego me hacía apuntar siempre a ser “el prota”, que es el que sale de primero en los créditos, el que se queda con la muchacha del cuento y el que gana más dinero, me parecían también personajes aburridos, undimensionales y bobolongos. En cambio el villano era siempre mucho más interesante de actuar, más divertido y complejo, y curiosamente lograba (al menos en mi experiencia como el malo de la partida) superar en éxito a los blandengues galanes de rinoplastia y copete enlacado. Así que desarrollé un particular afecto por los “malos”, además de por todo lo anterior, porque en el fondo, lo confieso sin complejos, se parecen mucho a mí.
En varias ocasiones de la vida real, así como en las historias que he interpretado en pantalla, he sido etiquetado como el villano. Y durante un tiempo, yo mismo llegué a creer orgulloso que era verdad, que era malvado, despiadado, ambicioso, manipulador, vengativo y todas esas cosas injustas que se dicen de villanos como yo. Pero recientemente me he dado cuenta de que la cosa no es así. No es así en lo absoluto.
Fue como una epifanía. Veía yo la versión de Disney de Peter Pan con mi hijo cuando sin querer la verdad se presentó ante mis ojos, como suele suceder con estas películitas de Disney, y ya nada fue como antes.
Verán, Garfio es el epítome del villano. Sin duda. Es él el que encabeza la lista de los malvados, el que preside la marcha de la maldad en la parada del parque y es, por encima de todo reconocimiento a su malignidad, el que también ha recibido uno de los peores castigos al ser devorado por el cocodrilo.
¿Pero cuál es la parte tan maligna del pobre Garfio? ¿Acaso querer erradicar de la faz del planeta a un insoportable adolescente perpetuo como el fulano Peter? Peter Pan no es un héroe, por favor, es un sujeto que se niega a aceptar responsabilidades y va por la vida sin asumir las consecuencias de sus actos. Garfio sólo quiere hacer lo justo, lo que nadie se atreve, eliminar a un sociópata volador que además es profundamente irritante.
Pero yendo más allá de lo evidente, siempre que hay un enfrentamiento entre dos partes, sentimos la necesidad de etiquetar al bueno y al malo para tomar entonces un partido. Si miramos con atención, es posible ver que detrás de una disputa tuya con tu esposo, en una querella familiar o en un enfrentamiento entre dos mujeres por un peoresnada, hay siempre alguien más. Si prestamos atención cada vez que dos personas se enfrentan en una batalla, podremos descubrir que hay allá atrás, camuflada por los gritos e insultos, una tercera persona que es la verdadera responsable del pleito o de la guerra y que por lo general va por la vida con cara de buena y pasaporte de vícitma.
Junto a Garfio, respaldando pasivamente cada una de sus acciones, e incluso propiciándolas con comentarios pasivo-agresivos está siempre Mr. Smeer, el viejito con carita bonachona que parece una víctima del pirata y al que uno siempre se refiere como “pobrecito”, pero que es en realidad el gran demonio de la historia. El mal, cuando es verdaderamente maligno, siempre tiene los mejores disfraces.
Resulta entonces que los malos del cuento (o de la vida, da igual), no somos los que tenemos contradicciones humanas, los que deseamos y ambicionamos, los que nos trazamos un plan para lograr la meta, los que decimos verdades incómodas. Los malvados no somos los que despreciamos la pose de víctima, los que no sentimos lástima por la lloradera mingona del débil o compasión por un adolescente perpetuo. Los malos no son casi nunca los que parecen malos.
¿Cómo dar con el verdadero villano de tu historia si ahora recién descubrimos que no es la bichita que te quiere quitar el novio o el jefe que parece abusar de ti en el trabajo?
Allí está la clave de nuestra evolución como héroes. La única manera de que Peter Pan realmente triunfe no es que a Garfio se lo coma el cocodrilo, sino que Mr. Smeer desaparezca del mapa, que deje de meterle cizaña a su jefe y que entonces Garfio más asertivamente le ponga orden a Pan y lo obligue a vivir de una manera más coherente y responsable, y por esa vía encontraran acuerdos que los harán evolucionar a ambos. Ambos podrán convivir constructivamente, Garfio sin ser presa de su impulsividad, Peter creciendo, con más capacidad para producir y asumir responsabilidades, y quién sabe si al final de esa historia terminan teniendo una muy funcional relación padre-hijo, sin la nefasta presencia del villano del cuento, el “pobrecito” Smeer,.
Resulta pues imperioso dar con el Mr. Smeer que pulula a nuestro alrededor y que es realmente el responsable de nuestras disputas más agotadoras e inútiles. Supongo que habrá que partir del mismo punto. ¿A quién de nuestros amigos o familiares les decimos “pobrecito”? Esa es la sensación que nos produce el verdadero villano. ¿Quién parece de todos el más sufrido e indefenso? ¿Acaso el mismo que a la corta o a la larga termina como Smeer siempre saliéndose con la suya sin mover un dedo y libre de pecado?
Cuesta identificarlos, pero más aún cuesta desenmascararlos. Suelen ser sumamente hábiles y si no tienes cuidado en el proceso te van a hacer quedar muy mal.
Huye de los “pobrecitos”. Erradica de tus compañías y de tu familia a las víctimas. Obsérvalos desde la razón, nunca con lástima y desenmascáralos sin piedad. Esa es la única manera que de triunfes en tu historia, no hay otra. Y si la “pobrecita” sueles ser tú, entonces revísate bien antes de que los "villanos" como yo terminemos de sacarte del closet.

Thursday, December 1, 2011

(NO) Tenemos que hablar


“Tenemos que hablar”, dice la mujer. El hombre se pregunta “¿ahora qué hice?”, pero mentalmente porque no atina a verbalizar, mientras recorre las posibles malas acciones que le hayan podido descubrir. El hombre sabe que no saldrá bien parado de esa conversación.
Todo lo que se pueda “hablar” después de esta frase dicha por nuestra pareja incluye varias cosas que hacen imposible un final feliz.
Toda mujer que solicite hablar viene sumamente insatisfecha, eso es evidente. De allí que el recorrido mental del sujeto por sus posibles errores recientes no está fuera de lugar. Sin embargo, rara vez la petición se plantea para abordar un evento concreto, eso sería lo que podría pensar un hombre, pero no es lo que generalmente impulsa a la mujer a la charla.
Otra de las complicaciones que a un hombre le supone este diálogo es descifrar el dialecto que la mujer propone. Tendremos que emprender el arduo proceso de verbalizar nuestras emociones. Ustedes podrán creer que eso nos resulta sencillo, pero la verdad es que uno finge ser capaz de expresar sus sentimientos principalmente cuando se las quiere llevar a la cama en las primeras citas, pero aquello es más o menos como recitar un poema que memorizamos en francés, nunca realmente hablar el idioma. El dialecto emocional no se nos suele dar, y si se nos da, es muy probable que la charla sea para cortarnos las patas por melosos.
El “tenemos que hablar” muestra en este punto su verdadera cara, no es un diálogo, no es que tú me quieras escuchar realmente, es que vas a hablar y yo voy a escuchar algo que no quiero oír sobre mi absoluta incapacidad para hacerte feliz. Básicamente de eso se trata. Toca entonces enfrentarse con la verdadera raíz del problema, que en esta conversación terminará por centrarse en alguna de nuestras monumentales fallas como hombres.
Los más dados al autoanálisis nos preguntaríamos ahora cuál puede ser el motivo de la insatisfacción, pero es imposible respondernos, sobre todo si nos agarran fuera de base.
Un hombre práctico podría en ese momento salir airoso del encuentro. Podría mirarte a los ojos y mentalmente multiplicar 634 por 72, mientras finge atención. Luego, una vez terminada su exposición, responder “tienes razón, mi amor, no me había dado cuenta de eso, de ahora en adelante lo tomaré en cuenta y te juro que voy a cambiar”. No importa que uno no haya escuchado nada de lo que dijiste, esa respuesta es la que ustedes quieren oír y darla será suficiente para continuar viviendo en nuestras respectivas zonas de comodidad sin mayor trauma.
Pero supongamos por un momento que escuchamos realmente lo que ustedes nos plantean. La conversación es realmente una confesión. Invariablemente nos expondrán el descubrimiento que acaban de hacer: no somos los hombres con los que ustedes soñaron casarse. No somos ni remotamente parecidos y desde su perspectiva imposible de mujer pretenden con el “hablar” que tomemos nosotros la determinación de transformarnos en ese que ustedes realmente querían pero que no escogieron. A ver si así se vuelven a enamorar. A ver si viven en negación unos añitos más antes del divorcio. A ver...
Sería interesante que en lugar de hablar entendieran que no podemos hacerlas felices porque ustedes ni saben lo que quieren ni quieren ser felices realmente. Que la insatisfacción que provoca la necesidad de hablar con el peoresnada sólo la pueden resolver ustedes solitas y que el insensible sujeto incapaz de expresar sus sentimientos es, en el fondo, bastante más honesto consigo mismo que ustedes.
En fin, que mi respuesta es NO, no quiero, no pienso caer en provocaciones, no me da la gana de hablar.