Thursday, January 8, 2015

Mi Despertar de Primavera


En los 70 cursé la primaria en un colegio de gran nivel académico. El señor y la señora Dutton, ingleses de la vieja escuela, eran sus directores. Creo que fue en primer grado cuando a mi amiga Carolina, por lo que supongo fue una nota desafortunada en un examen rutinario, la sentaron en un taburete alto en la clase de matemáticas y le pusieron un sombrero cónico con la palabra “Dunce” (Burra). A los 7 años uno no tiene herramientas para refutar la sentencia de una figura de autoridad como el “Sir” (así nos obligaban a llamar al señor Dutton), pero un sombrero cónico con la palabra BURRA en la cabeza de mi amiga Carolina, fuera la que fuera su nota en el examen de matemáticas, sabía yo, no estaba bien. Con los años de observación entendí que la autoridad, cuando no tiene la razón de su lado, recurre siempre a la violencia en sus infinitas formas. Los Dutton practicaban sistemáticamente la humillación, la tortura psicológica y las agresiones físicas para aterrorizarnos y con eso desintegrar toda posibilidad de pensamiento crítico que pudiera poner en peligro el sistema. Si no hacías la tarea, por ejemplo, debías formarte en fila frente al resto de la clase y esperar que el “Sir” visitara el salón con el “Big Stick” (un bastón de bambú que recuerdo más alto que yo). Los condenados debían voluntariamente extender sus brazos y exponer sus nudillos al golpe seco del Big Stick, cosa que siempre venía acompañada de uno que otro llanto, algo de sangre y una frase aleccionadora que implicaba que “todo se hacía por tu bien”, y todo esto frente al resto de la clase que recibía la “lección de vida”. Pero, por favor, no son mis traumas infantiles los relevantes, que nunca he tenido yo madera de víctima. Lo escalofriante hoy, en el siglo 21 y ya lejos de ese par de monstruos, es darme cuenta de que no es mucho lo que han cambiado las cosas. El “Sir” es ahora el comité del colegio que te mira con condescendencia porque tu hijo “no se adapta”. La infernal señora Dutton es la psicóloga con cara de buena persona y notable sobrepeso que actúa a la perfección su interés por el bienestar de tu hijo. Y el Big Stick es una píldora de una potente droga psicotrópica altamente adictiva que no le deja a tu hijo los nudillos en carne viva pero sí el cerebro.
Me produce horror pensar que volver a mi hijo “promedio” es la meta de la escuela. Es indignante ver que para la autoridad sigue siendo un objetivo primordial “estandarizarnos”, etiquetarnos, diagnosticarnos, medicarnos, tenernos bajo control. Y me disculpan que me ponga en primera persona pero aquí me siento un adolescente más, y la buena psicóloga del colegio diría que tengo “problemas con la autoridad”. Pues sí, los tengo. Tengo todas las etiquetas que quieran ponerme, y como diría Morritz en la obra: “soy el defecto del mundo, soy tu error...”. Prefiero mil veces eso que ser un individuo promedio. Eso es lo que hay y es a lo que estoy entrenado a sobrevivir. De hecho, en plena crisis de la edad madura, he decidido que mis amigos, e incluso mi familia, deben ser exclusivamente eso: sobrevivientes, “dañados”, como diría Juliette Binoche en la película “Damage” de Louis Malle, “Gente peligrosa, porque sabe que puede sobrevivir”. No es lo mejor, pero es lo que hay, y no hay tiempo ni paciencia ya para evasiones edulcoradas.
Lamento profundamente que la pareja Dutton esté hoy bajo tierra. Me hubiera gustado que vieran esta obra. Dedicárselas y mirarlos hoy a la cara y, ahora sí con herramientas concretas y frente a todos ustedes, responsabilizarlos de sus prácticas criminales. Supongo que queda el consuelo de pensar que si Dios existe los tendrá en el lugar que merecen estar, lástima que sea yo un hombre de poca fe.
No digo que no haya buenos maestros, los hay y los he tenido, y son para mí referente constante. Ahora bien, la autoridad y sus prácticas criminales, los maestros de bajo coeficiente intelectual que intentan “estandarizar” a nuestros hijos, los psicólogos que irresponsablemente los diagnostican con síndromes inventados, los psiquiatras que los drogan con psicotrópicos peligrosos y la industria farmacéutica que se lucra muy bien de todo lo anterior, tienen que saber que a la corta o a la larga pero certeramente esos niños y adolescentes van a regresar como hombres y mujeres capaces a pasarles una factura que no van a tener como pagar.
Esto es DESPERTAR DE PRIMAVERA, el musical.



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