Tuesday, July 26, 2011

Calmas Gemelas

En uno de esos escasos ratos de ocio que me quedan por estos días me dediqué a ver con mi esposa una película que no me hiciera pensar (pensé), a ver si la cabeza dejaba de darme vueltas por este o por aquel tema y vencía esa noche mi clásico insomnio. Pero lo que en principio parecía una comedia romántica sin mucho fondo, se tornó de pronto en toda una tesis sobre eso que ustedes llaman el "amor de la vida".
Los protagonistas se conocían comprando un libro, que no por coincidencia era uno de mis favoritos, El amor en los tiempos del cólera, y a partir de allí se declaraban almas gemelas. Debían entonces sortear todo un universo de obstáculos, y guiados por las aparentes coincidencias que ocurren en la vida, reencontrarse y amarse por los siglos de los siglos.
Aquello, como era de esperar, me parecía una soberana tontería, pero al ver a mi mujer, que es casi tan escéptica como yo, retorcerse de ternura ante tanto romanticismo y suspirar secretamente deseando que yo fuera tan romántico como el protagonista de la cinta, tuve un súbito ataque que en nada se parecía al sosiego que buscaba viendo una película que creí tonta. Por un lado la nausea se apoderó de mí ante la sensiblería que le atañen al supuesto amor, por otro, experimenté la inquietud inevitable que siente el hombre inteligente cada vez que su pareja de modo sutil le expresa lo mucho que ha fallado en satisfacer sus expectativas.
En una escena le dejaban a la hermosa damisela de la película un regalo en una enorme caja posada en un piso de madera cubierto de pétalos de rosas y rodeada de cientos de velas prendidas. Ella abría una caja y luego otra y otra, hasta llegar a una cajita del interior que por supuesto contenía el bendito anillo de compromiso. Yo, que inmediatamente tiendo a pensar más en el potencial incendio provocado por las velas y en la ladilla de tener que barrer los pegajosos pétalos del parqué, que en la joyita, no encontraba nada en aquello que pudiera parecerse a la vida, pero mi mujer entonces, en uno de esos vuelcos inexplicables, me mira y me pregunta si yo alguna vez haría algo así por ella. Si me conoces como supongo que me conoces, le digo, sabes muy bien que ni de vaina, tendría que tomar un taller de “detalles románticos” con nuestro amigo Daniel Sarcos, por ejemplo, a quien eso, a pesar de haberse divorciado tres veces, se le da muy natural. Ella, algo decepcionada, se vuelve a sumergir en la película y remata diciendo, Me encantaría hacer una película como esta..., como implicando que ya que no puede vivirlo en la realidad, pues como buena mujer está dispuesta a resignarse a vivirlo en la ficción.
Al final de la película, las almas gemelas perdidas se reencuentran por fin, y claro está, comienza a nevar, y ambos ven las estrellas, venciendo sin esfuerzo temperaturas bajo cero, y se besan y suena el tema musical y hasta cruza por el firmamento una estrella fugaz y todas esas cosas que vienen de la mano con el romance. La película terminó, ¡gracias a Dios! Mi mujer suspiró entonces de emoción durante los créditos finales ante la posibilidad de que aquello efectivamente exista y pueda sucederle. Yo sencillamente opté por pensar en otra cosa para no enfrentarme a esa recurrente sensación de fracaso monumental. De más está confirmarles que la calma que buscaba no apareció por ningún lado y el insomnio esa noche se anunció aún peor que de costumbre.
Pero la cosa, no crean, no terminó allí. Como llegado este punto he desarrollado ciertas armas de supervivencia ante la implacable e imposible expectativa femenina, y con mi ansia intacta de poder, por fin, esa noche dormir bien, esperé el momento justo, cuando la cosa puediera parecer incidental, digamos, durante la cena, entre un tema y otro, y como quien no quería la cosa comenté: ¿No te parece curioso que la película haya terminado allí? Me encantaría ver qué pasa con la primorosa parejita cuando se den cuenta, a la semana del romántico reencuentro, que no se conocen, que difícilmente tienen algo en común además de la novela del Gabo, y que casi hubiera sido preferible que aquel amor se quedara en un imposible. Supongo que ninguno de los dos, después de tanto preámbulo, querrá reconocer que han basado su futuro como pareja en una zoquetada monumental y se dedicarán un buen par de años a tolerarse y mentirse a sí mismos con que la cosa es de hecho un amor entre almas gemelas. Por último, ya exhaustos de tanto fingir, decidirán probablemente separarse, como es lógico, por incompatibilidad de caracteres, o peor aún, permanecerán unidos para siempre, pero por el odio, como tantísimos otros. Esa sí es la película que se parece a la vida, rematé. 
Mimi, que es una mujer que toma muy en cuenta la irrefutable evidencia a su alrededor, estuvo de acuerdo y calmó su ansia de romance. Yo por mi parte logré mi anhelada calma.Y fue así que esa noche dormí como un bebé.

2 comments:

  1. Esa es la historia de los padres de Garcia Marquez. No estoy segura si hay parte de ficcion, pero si, ese amorio intenso existio.

    No he terminado de leer "Vivir para contarla", libro donde Garcia Marquez lo menciona, pero me intriga saber en que terminaron los dos viejos, separados o juntos para toda la eternidad, ya sea por amor o por simple conformidad, o sea cual sea la razon por la cual algunos matrimonios siguen su curso a pesar de la evidente infelicidad de sus protagonistas.

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  2. no puedo comentar otra cosa sino que al terminar de leer esto, me rei no solo por la cara que imagino de Mimi despues escuchar tu punta bien lanzada, sino por la calma y plenitud para alcanzar el sueño que tomaste.

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