Thursday, March 3, 2011

La casa de la felicidad



Deepak Chopra define la felicidad como un cuarto de tu casa, por el que pasas de vez en cuando, pero en el cual no puedes vivir eternamente. La metáfora me ha rondado desde hace mucho y durante ese tiempo me he preguntado con frecuencia cómo, de ser posible, puede uno remodelar la casa, tumbar las paredes y construirse una tipo “loft” en el que el dichoso cuarto de la felicidad abarque todo, el estar, la cocina, el baño, todo. Más aún, me he preguntado también si de pronto podemos llevar esa remodelación más allá incluso y hacer que influya sobre el jardín de la casa, la oficina, el carro y las casas futuras de nuestros hijos, me planteaba ambicioso. Tiene que haber, me decía, algún elemento, alguna práctica, algo, por insólito que sea, que funcione a tal fin. Sin darme mucha cuenta, mi desmedida pretensión me dio la clave que no veía por tenerla en mis propias narices.
Desde que tengo uso de razón he escuchado decir que la ambición es algo malo. “Fulanita es una ambiciosa, no le interesa sino lograr sus metas, es despiadada en cuanto al cumplimiento de su objetivos”, y paremos de contar. Nuestra religión, o al menos la religión en la que pretendieron formarnos y a la que dices pertenecer aunque sea de la boca para afuera, refuerza la idea considerando la ambición como un pecado.
Por esta razón, como soy ambicioso por naturaleza y crecí inmerso en las disfunciones de la clase media y la religión católica, oculté durante años mis sueños desmedidos, mis anhelos “imposibles” y mis deseos de grandeza como algo vergonzoso y aberrado, pensando, cosa común entre los pobres de autoestima, que era un defecto horrible que debía erradicar.
Sin embargo, con el tiempo, y gracias a una inclinación al análisis de los lugares comunes que, gracias a Dios, también me viene de fábrica, he dado con algunas verdades irrefutables con las que me permito hoy derrumbarles los adjetivos que en torno a la ambición se han grabado ustedes primero, buenas ovejas del rebaño, para luego enseñárselos a sus hijos.
Lo primero que en este punto me planteo es un par de preguntas. La primera: ¿Qué es un hombre/mujer sin ambiciones? La respuesta que viene a mi mente de inmediato: Un funcionario promedio de la clase media. La segunda: ¿Es feliz ese/a hombre/mujer sin ambiciones? La respuesta evidente: No.
El sujeto que va por la vida sin pretender ser más que lo que es, enmarcado en las enseñanzas de una sociedad que poco apuesta a la evolución y una religión poco inclinada a responder preguntas sensatas, no es feliz, eso sin lugar a dudas, tampoco, y me perdonan, la falta de aspiraciones lo hace de ningún modo una ”buena persona”. Si acaso todo lo contrario.
Pero lo que sí es este sujeto, además de infeliz, es un ser resignado, de modo que resulta un individuo muy cómodo para el status quo porque si bien no aporta nada, tampoco da problemas. La máxima esperanza de este ciudadano promedio será conseguir una esposita o un peoresnada, según el caso, casarse con una celebración modesta, comprarse un apartamentito donde apenas cabrán los vástagos y continuar el resto de su vida siendo infiel, pagando cuentas y disfrazándose de persona respetable, como se estila, como es tradición. Como no es ambicioso, sus vecinos lo considerarán generoso. Como no tiene aspiraciones su jefe (que sí las tiene) lo tomará como un empleado modelo. Y como no es dado a escándalos y notoriedades, sus líderes políticos y religiosos lo ensalzarán como un buen ciudadano. Y terminará el pobre sus días habiendo vivido una vidita promedio que poco deja como legado y que nunca objetivamente fue, por mucho que sea el autoengaño, una vida feliz.
La única posibilidad de ser feliz, descubro hace poco, se basa en tener metas. Por grandes e imposibles que parezcan a terceros, la meta nos supone una vida con sentido y propósito, concepto sin el cual la felicidad es absolutamente imposible. Ahora bien, no es lograr la meta en sí lo que nos hace felices, desde luego. Lo que produces la felicidad concretamente es vencer los cientos, miles, un millón de obstáculos que a lo largo de nuestras vidas se nos presentarán en el camino que nos conduzca al logro de la meta final. Sólo así puede un individuo encontrar la felicidad, independientemente que al final logre su cometido o no.
Y es la ambición, tan condenada en el círculo de los resignados, el combustible que nos impulsa por este camino plagado de obstáculos que el hombre ambicioso ve como un camino colmado de oportunidades para vencer impedimentos y ser, a cada paso, feliz.
Basta con observar a la gente que admiras, a tus líderes espirituales, a tus artistas favoritos o a la gente que, pública o secretamente, quisieras ser, para darte cuenta de que se tratan, sin excepciones, de personas enormemente ambiciosas, consideradas probablemente rebeldes, ejemplos únicos que rompen tus modestos paradigmas, excepciones de éxito y riqueza, personalidades consideradas por muchos como “conflictivas”, y sin duda hombres y mujeres mucho más felices que tú.
Ver que la sociedad y la religión condenan, difaman y censuran a estos individuos exitosos nos da también una clave de extraordinaria importancia: ni la sociedad como la conocemos, con su doble moral perniciosa e imbécil, ni la religión dogmática y fundamentalista que predican a gritos algunos por ahí, apuestan a nuestra felicidad. De ninguna manera.
De modo que si somos ambiciosos, hará que alegrarse y asumirlo con orgullo. Si tenemos metas que nuestros amigos consideran imposibles, habrá que divulgarlas. Si nos salimos de los patrones conocidos, esos que nunca han servido para hacer feliz a nadie que uno conozca, habrá que aceptar que hablen mal de uno y disfrutar entonces de nuestra mala reputación. Al fin y al cabo estas son inequívocas características de la gente feliz.

8 comments:

  1. Excelente artículo ...Me declaro felizmente ambiciosa e inequivocamente revelde...

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  2. Termino de darme cuenta lo ambiciosa que soy y lo oculto que estaba.

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  3. Muy interesante tu blog, acabo de descubirlo. En este articulo en epecial haces un analisis muy bueno, pero hay aspectos en lo que me pareces ligeramente peyorativo hacia lo simple. Por supuesto es tu opinion y te la respeto pero en la mia, tambien encuentro belleza y admiracion en la falta de ambicion de aquel que vive en la simpleza y es feliz, sonrie a veces mas que el que ambiciona a lograr mucho y abarcar todo lo que pueda en el tiempo que tiene.

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  4. A lo largo de a lectura pensé algo parecido a lo que opinó Xiomara; para mí no hay claves únicas para la felicidad, hay personas que se hacen infelices por no perseguir sus sueños (o no saber identificarlos debido a sus paradigmas), pero hay también personas que son infelices porque constantemente persiguen ojetivos y justamente se olvidan de vivir positivamente el camino. Así que cada quien debe buscar dentro de sí lo que realmente le hace feliz, sea perseguir incasablemente sus sueños, lograndolos o no o vivir en la tranquilidad espiritual que puede brindar la simpleza.

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  5. Muy buen artículo, pero entoces el Tao, Buda etc. se equivocan? Según ellos el apego (incluso a las metas más grandes o humanas) es lo que produce el sufrimiento en nuestra vida.
    Andreina :
    http://entreelcerroyelnarco.blogspot.com/

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  6. EntreElCerroYELNarco, Buda no se equivoca en lo absoluto. Lo que analizo aquí no se opone. Diría que las metas y ambiciones de Buda han sido más grandes que las de la mayoría de los mortales. Diría también que en ningún momento hablo de apegarnos a la meta, sino de enfrentar los obstáculos, y esos, en el caso de Buda, también fueron muchos y muy grandes. Buda diría que el sufrimiento existe, que tiene una causa, que esa causa se puede erradicar (cosa enormemente ambiciosa) y que para erradicarla hay un camino (plagado sin duda de obstaculos). No es nada original mi análisis. Gracias por el comentario y por permitirme elaborar.

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  7. Hoy mientras iba en el trasporte de la universidad escuchando música en mi Ipod muy "malpegada" (disculpen mi jerga poco convencional) pensaba exactamente en las metas, y en ese deseo de grandeza que por flojera o por miedo dejamos a un lado, nos sentamos a esperar que nos llegue la ayuda de la nada. Pensaba en eso de NO movernos hasta que las condiciones se den, hasta que todo sea perfecto para emprender nuestro viaje en busca de la "felicidad" y todo apunta a lo mismo: sueña en grande que nada cuesta, proyéctate en esa realidad alterna que deseas crear y lucha por lograrla. Muévete que nadie más lo hará por ti.

    Muy buen artículo, de mentes geniales diría yo.

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  8. Bravo Luis Fernández por tu artículo. Excelente contenido y además bien escrito. Mi nombre es Irina Indigo, venezolana en México, y quiero compartir con uds lo que ha sido una de mis dos grandes ambiciones: contagiar de alegría a la gente que me escucha cantar mis canciones infectadas de optimismo.
    El sueño está en faceta de realización después de un camino plagado de deliciosos obstáculos y lo quiero compartir con uds invitándolos a descargar mi disco de manera gratuita en mi pag www.musicaindigo.com.mx. Espero contagiarlos!

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