Tuesday, February 15, 2011

Escaleras al cielo



Una noche de espera infinita, mientras filmábamos la película Francisco de Miranda en las escaleras de El Calvario, decidí matar el aburrimiento emprendiendo una de mis investigaciones. Me encontraba como siempre, bendito yo, reunido con cuatro mujeres. Todas profesionales eficientes cada una en su área. Todas muy queridas y especiales, aunque totalmente distintas entre sí. Entonces, como nada mitiga el tedio más que una charla sobre sexo, les hice la pregunta que pocos se atreven a hacer: ¿Cuántos hombres se han cogido en sus vidas?
La más veterana de las cuatro saltó a responder tomándose la pregunta de manera muy personal: Setenta y ocho, dijo jactándose un poco de su expediente. Yo me sorprendí, no del número sino de que llevara una cuenta tan minuciosa. Ella me dijo que era muy metódica, que, por ejemplo, había contado los peldaños de la escalinata donde filmábamos y eran ochenta y cuatro, “Es decir, me faltan seis tipos para llegar a la cima”, remató. Mujer inteligente y culta, entrada en los sesenta y ávida de compartir su innegable sabiduría, continuó unos minutos dando explicaciones que yo escuchaba atento y que las otras tres procesaban con disimulo. “Eso contando los que valen la pena, porque no todos los hombres merecen ser considerados peldaños en mi vida, y si algo tengo por meta, ahora que estamos aquí reunidos en esta escalera magnífica y agotadora, metáfora perfecta de la vida misma, es completar la cuenta y llegar a la cima”.
Ante su cándida revelación, y aprovechando el momento de confidencia que estas mujeres le regalaban a un hombre dispuesto a escuchar, giré y le dirigí la pregunta a la segunda. Tendrá ésta unos veintiocho años y, como se ve mucho en este medio, es a todas luces una mujer muy despierta. Ella miró un momento en silencio a la osada veterana mientras jugueteaba coqueta con un mechón de su melena. Al rato, se atrevió a preguntarle, ¿Cuántos años tienes? La veterana respondió en el acto, “Sesenta y seis”. La muchacha jugueteó otro rato con el mechón, como sacando una cuenta imposible, hasta que finalmente confesó. “Si sigo a este ritmo creo que te voy a pasar”, y soltó una risita de niña tremenda que la hizo encantadora a mis ojos de niño igualmente travieso.
Al fondo, en un rincón, la tercera mujer, de unos veinticuatro, tímida y extremadamente educada, escuchaba sin levantar la vista de un computador portátil. Yo, que sabía que participaba de la charla aunque pasivamente, la saqué de su aparente concentración. “¿Y tú?”, le pregunté al descuido y sin darle mucha importancia. Ella se sonrojó al instante. “¿Yo qué?”, replicó un tanto sobreactuada en su despiste. “Eso mismo, ¿cuántos?” insistí. Batió la melena lisa en un gesto que descubría que era una niña “bien” y se puso una mano en el seño como acusando un cansancio de vista, aunque lo que perseguía era distraer del sonrojo que iba en aumento. Finalmente, ardiendo de mejillas, manifestó que eso era algo muy privado y que no estaba dispuesta a divulgar. No me defraudó, puesto que su vergüenza delataba al buen entendedor que ella también estaba bien entrada en la escalinata.
Entre una cosa y otra, la conversación derivó interesentemente hacia la importancia de la cantidad versus la calidad. La diferencia como hombres y mujeres percibíamos el sexo, y varios otros de mis temas favoritos. Al cabo de un par de horas, la cuarta mujer, en sus cuarenta, franca y católica, encantadora, coqueta y una bailarina como pocas he visto, se me acercó y como quien no quiere la cosa me dijo que estaba muy preocupada, “Porque yo te voy a ser sincera, yo, en toda mi vida, lo que te he tenido son dos”. La veterana, que había escuchado la confidencia, exclamó desde la altura del peldaño 78, “Pues razones tienes para estar preocupada, a tu edad, apenas acabas de salir del pavimento de la avenida”. La mujer entornó sus ojos hermosos con algo de tristeza. Ella, que mantenía a sus dos hijos, que era la cabeza de una familia, que trabajaba de sol a sol, estaba allí, paradita a los pies de la de la infernal escalera sin mayores esperanzas de subir un escaloncito, viendo como las otras conversaban por allá arriba sobre temas que ella no dominaba. Yo la tranquilicé explicándole que no era realmente importante aquella carrera, que lo había preguntado por preguntar y que tampoco era relevante la altura que alcanzaras en la bendita escalada. Lo verdaderamente interesante, me pregunté luego a solas, sería saber que es lo que esperan ellas encontrar en la cima.

4 comments:

  1. mmm... buena pregunta?????? yo también quisiera saber, para ver si vale la pena la escalada!!! jajaja

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  2. A veces seguimos subiendo porque no hemos encontrado nada en cada escalon. Yo me quede en los primeros escalones y me siento afortunada y privilegiada que luego de 30 años de convivencia aun me fascine acostarme con mi marido.Besos

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  4. pues te digo luis... una amiga en una conversa igual dijo que una ves yo no se quien le pregunto sobre cuantos hombres habia tenido sexo.. y ella muy fresca continuo diciendo que voy a estar sabiendo yo son como???????... 275 por ahi.... y con la escasa edad de 24 añitos yo con 27 años me quede como friaaa... ella sabiendo que yo solo e tenido uno solo osea mi esposo me dijo!! tranquila chino. negro, gordo, feo o bello al final es lo mismo no te has perdido de nada!!

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