Monday, December 12, 2011

El verdadero villano de tu historia

En toda historia que merezca ser contada hay un héroe (o como en tu caso, una heroína). Pero tan importante como la protagonista del cuento, es su antagonista, el (o como en tu caso, la) villan@. Todo autor que se respete sabe que para que la historia resulte interesante, la protagonista deberá enfrentar una serie de obstáculos importantes para alcanzar al final su ansiada meta y la villana es la materialización humana de esos obstáculos.
Durante la década que tuve ocasión de hacer telenovelas, si bien mi ego me hacía apuntar siempre a ser “el prota”, que es el que sale de primero en los créditos, el que se queda con la muchacha del cuento y el que gana más dinero, me parecían también personajes aburridos, undimensionales y bobolongos. En cambio el villano era siempre mucho más interesante de actuar, más divertido y complejo, y curiosamente lograba (al menos en mi experiencia como el malo de la partida) superar en éxito a los blandengues galanes de rinoplastia y copete enlacado. Así que desarrollé un particular afecto por los “malos”, además de por todo lo anterior, porque en el fondo, lo confieso sin complejos, se parecen mucho a mí.
En varias ocasiones de la vida real, así como en las historias que he interpretado en pantalla, he sido etiquetado como el villano. Y durante un tiempo, yo mismo llegué a creer orgulloso que era verdad, que era malvado, despiadado, ambicioso, manipulador, vengativo y todas esas cosas injustas que se dicen de villanos como yo. Pero recientemente me he dado cuenta de que la cosa no es así. No es así en lo absoluto.
Fue como una epifanía. Veía yo la versión de Disney de Peter Pan con mi hijo cuando sin querer la verdad se presentó ante mis ojos, como suele suceder con estas películitas de Disney, y ya nada fue como antes.
Verán, Garfio es el epítome del villano. Sin duda. Es él el que encabeza la lista de los malvados, el que preside la marcha de la maldad en la parada del parque y es, por encima de todo reconocimiento a su malignidad, el que también ha recibido uno de los peores castigos al ser devorado por el cocodrilo.
¿Pero cuál es la parte tan maligna del pobre Garfio? ¿Acaso querer erradicar de la faz del planeta a un insoportable adolescente perpetuo como el fulano Peter? Peter Pan no es un héroe, por favor, es un sujeto que se niega a aceptar responsabilidades y va por la vida sin asumir las consecuencias de sus actos. Garfio sólo quiere hacer lo justo, lo que nadie se atreve, eliminar a un sociópata volador que además es profundamente irritante.
Pero yendo más allá de lo evidente, siempre que hay un enfrentamiento entre dos partes, sentimos la necesidad de etiquetar al bueno y al malo para tomar entonces un partido. Si miramos con atención, es posible ver que detrás de una disputa tuya con tu esposo, en una querella familiar o en un enfrentamiento entre dos mujeres por un peoresnada, hay siempre alguien más. Si prestamos atención cada vez que dos personas se enfrentan en una batalla, podremos descubrir que hay allá atrás, camuflada por los gritos e insultos, una tercera persona que es la verdadera responsable del pleito o de la guerra y que por lo general va por la vida con cara de buena y pasaporte de vícitma.
Junto a Garfio, respaldando pasivamente cada una de sus acciones, e incluso propiciándolas con comentarios pasivo-agresivos está siempre Mr. Smeer, el viejito con carita bonachona que parece una víctima del pirata y al que uno siempre se refiere como “pobrecito”, pero que es en realidad el gran demonio de la historia. El mal, cuando es verdaderamente maligno, siempre tiene los mejores disfraces.
Resulta entonces que los malos del cuento (o de la vida, da igual), no somos los que tenemos contradicciones humanas, los que deseamos y ambicionamos, los que nos trazamos un plan para lograr la meta, los que decimos verdades incómodas. Los malvados no somos los que despreciamos la pose de víctima, los que no sentimos lástima por la lloradera mingona del débil o compasión por un adolescente perpetuo. Los malos no son casi nunca los que parecen malos.
¿Cómo dar con el verdadero villano de tu historia si ahora recién descubrimos que no es la bichita que te quiere quitar el novio o el jefe que parece abusar de ti en el trabajo?
Allí está la clave de nuestra evolución como héroes. La única manera de que Peter Pan realmente triunfe no es que a Garfio se lo coma el cocodrilo, sino que Mr. Smeer desaparezca del mapa, que deje de meterle cizaña a su jefe y que entonces Garfio más asertivamente le ponga orden a Pan y lo obligue a vivir de una manera más coherente y responsable, y por esa vía encontraran acuerdos que los harán evolucionar a ambos. Ambos podrán convivir constructivamente, Garfio sin ser presa de su impulsividad, Peter creciendo, con más capacidad para producir y asumir responsabilidades, y quién sabe si al final de esa historia terminan teniendo una muy funcional relación padre-hijo, sin la nefasta presencia del villano del cuento, el “pobrecito” Smeer,.
Resulta pues imperioso dar con el Mr. Smeer que pulula a nuestro alrededor y que es realmente el responsable de nuestras disputas más agotadoras e inútiles. Supongo que habrá que partir del mismo punto. ¿A quién de nuestros amigos o familiares les decimos “pobrecito”? Esa es la sensación que nos produce el verdadero villano. ¿Quién parece de todos el más sufrido e indefenso? ¿Acaso el mismo que a la corta o a la larga termina como Smeer siempre saliéndose con la suya sin mover un dedo y libre de pecado?
Cuesta identificarlos, pero más aún cuesta desenmascararlos. Suelen ser sumamente hábiles y si no tienes cuidado en el proceso te van a hacer quedar muy mal.
Huye de los “pobrecitos”. Erradica de tus compañías y de tu familia a las víctimas. Obsérvalos desde la razón, nunca con lástima y desenmascáralos sin piedad. Esa es la única manera que de triunfes en tu historia, no hay otra. Y si la “pobrecita” sueles ser tú, entonces revísate bien antes de que los "villanos" como yo terminemos de sacarte del closet.

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